Ya vienen los Reyes, ya se acercan, ya una estrella más luminosa que ninguna les indica el camino hasta Belén, hasta cada casa del mundo entero donde vive un niño. Ya llegan cargados de regalos. Atraviesan los polvorientos caminos del desierto, franquean los nevados pasos del Tibet, y vadean los caudalosos ríos africanos. Sortean tormentas de arena y huracanes de nieve y ni el granizo ni la lluvia impiden la lenta pero firme marcha de sus camellos. Todas las fieras se rinden ante la majestad de su paso. Alguien les espera al otro lado del desierto, de la sabana y la estepa; alguien que ha nacido unas horas antes en una pobre choza de Oriente y también millares de niños que, como Aquél, con el corazón encogido, esperan su abrazo y sus juguetes.
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